Río Guadiana. Mérida, 2017
AB URBE CONDITA
Lleva tiempo rondando por mi cabeza una idea que ha tomado forma reconocible sólo hace unas semanas, y que ha adquirido, por fin, marchamo de proyecto. Tito Livio tituló su historia de Roma con este latinajo que ahora tomo prestado para dar nombre a esta aventura, que consiste en meter Emerita y su devenir en una serie de dibujos. Muy al principio, cuando empezaron las primeras idealizaciones, sólo pretendí plasmar con grafito lo que queda de aquella ciudad de Lusitania, casi a la manera romántica (eso sí, actualizada). Pero el año pasado, por el verano, cuando el Festival de Teatro Clásico de Mérida estaba en su esplendor, una mañana, cruzando el puente romano, empecé a elucubrar sobre cómo sería aquel Anas de entonces, cómo se abrirían las mañanas a la primavera, cómo caería el sol en los crepúsculos vírgenes, cuando aún las legiones no habían llegado a la sierra de Carija. Ha transcurrido casi un año desde ese momento y, por fin, me he puesto a investigar sobre cómo habría sido la geografía del paraje en el instante en que los soldados decidieron plantar sus primeras tiendas. De lo otro sé un poco más, tanto de la Emerita ya fundada, como de la Mérida de ahora, aunque nunca lo suficiente para un alma tan colgada de la antigüedad.
Así que me pongo manos a la obra con un trabajo previo de información, porque siempre me ha gustado rebuscar en las profundidades para documentarme lo más fielmente posible. No pretendo, de ninguna manera, llegar a reproducir nada al milímetro, ni el antes, ni el durante, ni el después, sino interpretar, y sacar de mis adentros todo aquello que haya recibido de mis investigaciones y de tantos años de visitas a una ciudad a la que amo profundamente, y a la que considero también mi patria chica, porque en ella estudié, y en ella trabajé. O sea, viví.