JOSÉ MARÍA DÍEZ


APROXIMACIÓN AL COMPLACIENTE SUEÑO
Grafito sobre papel, 9 x 17 cm

 

APROXIMACIÓN AL COMPLACIENTE SUEÑO

Este dibujo no representa a ningún árbol en concreto. Es sólo una idea de árbol. A veces, el proceso creativo de un artista busca caminos no lineales. A través de ellos, el artista sólo pretende descubrir la esencia de lo que, en su imaginario, considera un árbol. Se trata de plasmar sobre un papel, a modo de resumen, toda la naturaleza con la que se ha deleitado a lo largo de su vida.

En la historia del arte, los árboles han sido tratados desde Persia hasta Edward Hopper, por citar dos puntos extremos en el tiempo. En medio de estas dos maneras de entender el arte (quizá no tan opuestas), el medievo y el renacimiento nos muestran en lienzos y tablas muchas interpretaciones de árboles, frondas y bosques.  Posteriormente, Poussin y Lorraine encumbran la naturaleza idealizándola entre luces sublimes, y Fiedrich, como perfecto romántico, consigue de los árboles más que una representación real: una simbología. Corot hereda esas miradas, la barroca y la romántica, pero acercándose a la realidad de las especies con una mirada desleída que anticipa la síntesis de los impresionistas, quienes hacen de los árboles luz y color. En este más que sucinto repaso no puedo olvidar a Carlos de Haes, uno de mis pintores preferidos. Su pincelada vigorosa, pero delicada, precisa miles de matices lumínicos, cromáticos y formales, y de esa manera diferencia con precisión cada especie que retrata.

La tarea de dibujar árboles es algo muy placentero. Es gratificante salir al campo y dejarte llevar por el sonido de las aves mientras llevas a un cuaderno tus impresiones. Este proceso nace en la mirada, fluye por tus dedos, pasa por el lápiz y, finalmente, llega al papel.

Pero desarrollar tu propia idea de árbol no es menos grato. La palabra diseño procede del latín, y quiere decir dibujo. Es en este caso, por ejemplo, en el ejercicio de inventar un árbol, donde ambos términos se funden. Se trata de dibujar, pero también de diseñar: amoldas las formas a tu capricho, como si inventaras una herramienta para que tu mano se acople a ella a la hora de trabajar. Por eso, a veces, me gusta dibujar pensando en la idea de árbol. Este placer de la creación (que no de la recreación) se aproxima mucho al del complaciente sueño, como si en un duermevela estuvieras obteniendo la esencia de una fruta que has exprimido directamente en tu boca. Cuando despiertas te queda el regusto de que la mentira ha sido verdad. Y es por eso que el árbol nacido de una idea puede ser tan verosímil como cualquiera que nos encontremos al paso.

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