JOSÉ MARÍA DÍEZ


SERIE ALFA, Nº 4: LOS ANGULOS DE LA TRANQUILIDAD
Grafito sobre papel, 10 x 20 cm

SERIE ALFA, Nº 4: LOS ANGULOS DE LA TRANQUILIDAD

“Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad”. Así empieza una de mis canciones preferidas de Franco Battiato. En el viaje que hice a Italia en 2001 sonaba una y otra vez la voz de este hombre que proclamaba algunos pensamientos con los que me sentía muy identificado. Después de atravesar toda España, el sur de Francia y Liguria, permanecí en Toscana durante una densa semana, yendo y viniendo por pueblos adonde no llegaba nadie.

El coche siguió camino atravesando Emilia Romagna hasta llegar al Veneto, y allí me cautivó una hermosa magia que anunciaba aires balcánicos y bizantinos. Iba empapado del mejor arte, de la más refinada esencia de la alta cultura europea. Los lugares recorridos hasta entonces eran una mezcla de naturaleza domesticada para el servicio del hombre y de civilización amoldada al terreno. Me había sentido muy reparado de la aceleración que llevaba en el cuerpo debido al trabajo asfixiante: las prisas, los plazos, las exigencias de los clientes... Yo empleaba la mayor parte del tiempo en mi trabajo como diseñador de interiores, y aunque me gustaba aquel ajetreo, sólo cuando me sentaba al caballete para pintar sentía una relajación natural que me llenaba de plenitud.

Con la voz de fondo de Battiato, que ya en sí era una especie de medicina, fui encontrando la paz en los crepúsculos, tal como él cantaba. Pero quise ahondar en esos ángulos de la tranquilidad, y para ello tomé rumbo norte atravesando Milán y Turín, y allí los encontré en el valle de Aosta, muy cerca del Monte Cervino, que para mí era un icono.

Este dibujo no representa rigurosamente las montañas de esas latitudes. Ni tan siquiera cuando lo estaba haciendo tuve conciencia ni recuerdo de un lugar que se me había quedado marcado profundamente en el recuerdo del alma. Pero hace unos días, cuando lo saqué de su carpeta para catalogarlo, desde este rectángulo de 10 x 20 cm me llegó un aire con cierto aroma de tranquilidad, como si a esa geografía de grafito hubieran llegado los ecos nómadas de Battiato. Quizá fueran esos los ángulos a los que se refiere Franco. A mí, desde luego, me lo parece. Creo que no podría encontrarle un título mejor a este purificante paisaje.

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